El 22 de septiembre, el presidente Donald Trump y el secretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU. (U.S. Health and Human Services), Robert F. Kennedy Jr., anunciaron un plan de acción para combatir la epidemia de autismo. Hoy en día, 1 de cada 31 niños estadounidenses es autista, lo que supone un aumento del 400 % desde el año 2000. Aunque esta iniciativa suscitó tanto elogios como críticas, otro avance que afecta a la comunidad neurodiversa ha pasado en gran medida desapercibido. Las agencias de inteligencia, en particular la National Geospatial-Intelligence Agency (NGA), están recurriendo a un grupo de talentos que antes pasaba desapercibido: las personas neurodivergentes, especialmente aquellas dentro del espectro autista.

El 22 de septiembre, el presidente Donald Trump y el secretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU. (U.S. Health and Human Services), Robert F. Kennedy Jr., anunciaron un plan de acción para combatir la epidemia de autismo. Hoy en día, 1 de cada 31 niños estadounidenses es autista, lo que supone un aumento del 400 % desde el año 2000. Aunque esta iniciativa suscitó tanto elogios como críticas, otro avance que afecta a la comunidad neurodiversa ha pasado en gran medida desapercibido. Las agencias de inteligencia, en particular la National Geospatial-Intelligence Agency (NGA), están recurriendo a un grupo de talentos que antes pasaba desapercibido: las personas neurodivergentes, especialmente aquellas dentro del espectro autista.

Inspirados en el modelo de inteligencia militar de Israel, estos programas están redefiniendo lo que significa servir en entornos de alto riesgo. En lugar de considerar el autismo como una limitación, las agencias comienzan a reconocer las fortalezas excepcionales que muchas personas autistas aportan a trabajos complejos basados en el análisis de datos.

Las bases de esta transformación se sentaron hace casi una década en Israel, donde las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) pusieron en marcha Ro’im Rachok, traducido como “Mirar hacia adelante”. Fundado en 2013, el programa integra a personas autistas de alto funcionamiento en la Unidad 9900, una unidad de inteligencia muy especializada responsable del análisis de datos visuales y de imágenes satelitales, incluido el análisis del terreno. En este contexto, lo que algunos califican como una “discapacidad” se convierte en una ventaja estratégica sin parangón.

Los soldados autistas de la Unidad 9900 han demostrado capacidades excepcionales para identificar patrones, detectar anomalías y mantener la concentración durante largos periodos, habilidades esenciales en las labores de vigilancia e inteligencia. Aunque muchos de estos soldados fueron en su momento descartados como “inempleables” o “no aptos” para el servicio militar, hoy representan algunos de los activos humanos más críticos de la FDI.

El modelo israelí pone de relieve una realidad contundente: con el ambiente y el apoyo adecuados, las personas autistas no solo se integran, sino que sobresalen.

En los EE. UU, la NGA ha adaptado este modelo con un proyecto piloto vanguardista destinado a abrir espacio a analistas neurodivergentes en los servicios de inteligencia federales. Aunque la naturaleza de su trabajo sigue siendo confidencial, los resultados están progresando en toda la administración federal. Los analistas dentro del espectro autista son cada vez más reconocidos por su precisión, su capacidad de evaluación analítica y sus estilos de pensamiento alternativos, cualidades que las agencias de inteligencia tradicionales suelen pasar por alto.

Según responsables de la NGA, crear espacios de trabajo inclusivos va más allá de ofrecer empleo; implica rediseñar los sistemas para acoger diferentes capacidades  cognitivas. Esto supone ajustar los protocolos de formación, ofrecer espacios de trabajo adaptados a las necesidades sensoriales y proporcionar una supervisión informada en neurodivergencia. Estos cambios no son actos de caridad ni gestos de inclusión, sino mejoras estratégicas.

Un informe de investigación de 2024 de la RAND Corporation, titulado “Neurodiversidad y seguridad nacional”, subraya este cambio de enfoque y destaca cómo los empleados neurodivergentes pueden cubrir carencias de competencias críticas para las misiones, especialmente en el análisis geoespacial y la detección de amenazas. No obstante, el informe también revela que los marcos actuales del Gobierno de EE. UU. tratan la neurodivergencia principalmente como una discapacidad. El informe advierte que muchos profesionales neurodivergentes optan por “enmascarar” sus rasgos para evitar ser etiquetados, lo que conduce a situaciones de estrés crónico y agotamiento profesional.

RAND también señala graves deficiencias en la recopilación de datos federales, lo que hace prácticamente imposible determinar cuántas personas neurodivergentes ocupan puestos relacionados con la seguridad nacional o cuántas se ven disuadidas de postularse desde el inicio. El estudio recomienda adoptar medidas concretas, que van desde rediseñar las descripciones de los puestos y agilizar los procesos de contratación hasta ofrecer herramientas de cancelación de ruido y permitir la disposición de los escritorios según las preferencias personales, todo lo cual podría fomentar una plantilla de seguridad más inclusiva y eficaz.

Si bien estos programas ofrecen beneficios indiscutibles—especialmente para agencias que afrontan escasez de talento—, también presentan un inconveniente menos evidente. En Israel, incluso mandos de la Unidad 9900 reconocen que encontrar a las personas adecuadas para el intenso trabajo de descifrado es un reto constante. Como admitió con franqueza un oficial de la Unidad, los reclutas de primer nivel suelen aspirar a puestos de mando, lo que deja un vacío en los puestos analíticos que requieren una alta concentración, pero resultan menos estimulantes. Los soldados autistas, en cambio, suelen ser orientados hacia estos puestos y tienden a permanecer en ellos. Sin embargo, esto no siempre es por elección propia.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los adultos autistas se enfrentan a tasas alarmantes de desempleo y/o subempleo, que oscilan entre el 65 % y hasta el 85 % en algunas regiones. En el Reino Unido, la National Autistic Society (NAS) informó de que en 2017 la tasa de empleo de las personas autistas se situaba en el 32 %, con solo un 16 % en puestos a tiempo completo. En EE. UU., apenas algo más de la mitad (53,4 %) de los jóvenes adultos autistas estaba empleada tras haber terminado sus estudios, según datos de 2011, una cifra que representa la tasa de empleo más baja entre todos los grupos de personas con discapacidad.

Expertos en política laboral y neurodiversidad estiman que la tasa de desempleo general de los estadounidenses autistas se sitúa entre el 60 % y el 70 %. En este contexto, muchos soldados autistas aceptan puestos de inteligencia en la FDI o en la NGA no solo porque se les da bien ese trabajo, sino porque otras oportunidades son escasas y difíciles de encontrar. Si bien el ejército ofrece un salario, también puede crear una forma de dependencia.

Otra cuestión inminente es el papel de la automatización. En 2015, oficiales de la FDI encargados de la inteligencia satelital señalaban que el software capaz de sustituir a los descifradores humanos no estaba “ni siquiera en el horizonte”. Hoy en día, la inteligencia artificial desempeña un papel cada vez más relevante en el análisis de imágenes, la detección de anomalías y la interpretación geoespacial, ámbitos que antes se consideraban dependientes de la experiencia y el juicio humanos.

Aunque es poco probable que la IA sustituya por completo a los analistas humanos en un futuro próximo, está transformando rápidamente el panorama. Las personas neurodiversas podrían contar con los “superpoderes” necesarios para competir con la IA, y los servicios de inteligencia ya se han dado cuenta de ello.

Imagen: 1 de enero de 2025: Equipo de expertos militares en un centro de datos coordinando misiones y operando sistemas de bloqueo satelital. Unidades del ejército con uniforme en una granja de servidores recibiendo información en tiempo real del campo de batalla. © IMAGO / YAY Images
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