Omar Yaghi, refugiado palestino de Gaza, ha ganado el Premio Nobel de Química 2025 junto con Susumu Kitagawa y Richard Robson. Los tres científicos desarrollaron una nueva forma de arquitectura molecular en la que los iones metálicos actúan como elementos fundamentales, unidos por largas moléculas orgánicas (basadas en carbono). Estos marcos metalorgánicos (MOF, por sus siglas en inglés) son estructuras modulares que pueden utilizarse para impulsar reacciones químicas o conducir electricidad. A partir de los descubrimientos pioneros de los galardonados, los químicos han desarrollado decenas de miles de MOF distintos para abordar algunos de los mayores desafíos globales: desde la separación de PFAS del agua y la descomposición de restos de fármacos en el medio ambiente hasta la captura de dióxido de carbono o la obtención de agua a partir del aire en zonas desérticas.
Egor Balalykin
29 de octubre de 2025
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Nacido en 1965 en Amán, Jordania, en el seno de una familia de refugiados palestinos originarios de la aldea de Al-Masmiyya, en Gaza, la historia de Omar M. Yaghi es extraordinaria. Creció en una casa abarrotada de una sola habitación, compartida con ganado, en un barrio donde el agua corriente solo estaba disponible durante un par de horas cada dos semanas, lo que le permitió conocer la escasez de primera mano. Sin embargo, ese entorno marcado por la privación y el desplazamiento fue el punto de partida de uno de los químicos más innovadores del mundo. En 2025 recibió el Premio Nobel de Química por su trabajo sobre los marcos metalorgánicos (MOF).
El señor Yaghi creció en un lugar completamente alejado de cualquier laboratorio. Sus padres apenas sabían leer y escribir y, en Jordania, su familia llevaba una vida sencilla y marcada por la pobreza. Compartía una habitación con sus hermanos y con animales, sin electricidad y con una escasez de agua extrema. Curiosamente, estas condiciones desfavorables despertaron el interés que acabaría conduciéndolo al éxito profesional. Cuando tenía unos diez años, visitó una biblioteca y cogió un libro con ilustraciones de moléculas formadas por palitos y bolitas. “Me enamoré de ellas incluso antes de saber que eran moléculas”, contó al Comité Nobel.
A los 15 años, por insistencia de su padre, se mudó a EE. UU. A pesar de saber muy poco inglés y de proceder de un entorno humilde, Yaghi ingresó en el Hudson Valley Community College, en el norte del estado de Nueva York, y más tarde se trasladó a la Universidad Estatal de Nueva York en Albany, donde obtuvo su licenciatura en ciencias. Para mantenerse económicamente, trabajó embolsando compras en supermercados y fregando suelos. Tras completar sus estudios universitarios, continuó su formación con un doctorado en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Fue entonces cuando empezó a plantearse preguntas que muchos químicos consideraban impensables. En sus propias palabras: “Me propuse construir cosas bellas y resolver problemas intelectuales”.
El resultado fue el nacimiento del campo de la química reticular, que se basa en la construcción deliberada de estructuras cristalinas extendidas mediante enlaces fuertes entre bloques moleculares. Los marcos metalorgánicos (MOF) se convirtieron en su logro más emblemático: estructuras ultraligeras y altamente porosas en las que los poros pueden adaptarse para atrapar gases, recolectar agua, catalizar reacciones o almacenar energía. Hasta la fecha se han sintetizado más de 100.000 estructuras MOF diferentes, cada una adaptable a funciones específicas, lo que supuso un salto espectacular frente a los frágiles polímeros de coordinación anteriores que dificultaban muchos experimentos. Por ejemplo, el grupo del profesor Yaghi desarrolló MOF capaces de extraer vapor de agua directamente del aire del desierto, una idea que parece tener sus raíces en su propia experiencia infantil marcada por la escasez de agua.
El 8 de octubre de 2025, Yaghi fue galardonado con el Premio Nobel de Química, junto con el japonés Susumu Kitagawa y el australiano Richard Robson, por el desarrollo de “construcciones moleculares con grandes espacios a través de los cuales pueden fluir gases y otras sustancias químicas”. El Comité Nobel describió su trabajo como una fuente de “oportunidades hasta ahora inimaginables” para hacer frente a retos globales como el estrés hídrico y las emisiones de carbono.
Yaghi recibió la llamada mientras viajaba de EE. UU. a Fráncfort, durante una escala aérea durante el vuelo. Algunos pueden ver en ello un curioso giro del destino: que una persona cuya familia vivió el desplazamiento reciba un galardón tan prestigioso mientras se encuentra en un largo viaje. Al aceptar el Premio Nobel, subrayó que «la ciencia es la gran fuerza igualadora del mundo» y que el talento existe en todas partes, siempre que se brinden oportunidades.

Susumu Kitagawa, Richard Robson y Omar Yaghi © Niklas Elmehed para Nobel Prize Outreach
A pesar de su condición de laureado, el Sr. Yaghi mantiene los pies en la tierra gracias a sus experiencias infantiles. Recuerda que el agua solo llegaba cada dos semanas y que se levantaba al amanecer para abrir los grifos, tanto para su familia como para las vacas. Aún hoy insiste en que no se propuso resolver el problema mundial del agua, sino que comenzó simplemente por “construir cosas bellas y resolver problemas intelectuales”. Ha fundado institutos de investigación como el Berkeley Global Science Institute, cuyo objetivo es ofrecer oportunidades a nivel mundial para que el talento “pueda prosperar dondequiera que se encuentre”.
Su historia contrasta con las declaraciones que pueden escucharse desde la extrema derecha israelí. El 9 de octubre de 2023, cuando Israel declaró la guerra a Hamás y reforzó su bloqueo de la Franja de Gaza, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, afirmó: “… Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”.
El discurso contemporáneo de ese bando no presenta a los palestinos únicamente como adversarios, sino como entidades deshumanizadas, consideradas subhumanas que no tienen ni deben tener los mismos derechos. Esa retórica no solo es ofensiva, sino que puede tener consecuencias inquietantes. Al categorizar a todo un pueblo como subhumano o prescindible, se abre la puerta a políticas de violencia extrema, castigo colectivo y exclusión estructural.
Rechazar este discurso es esencial. Tratar a una persona como menos que humana debido a su origen socava los propios cimientos de los derechos humanos universales. Oponerse a la retórica y a las políticas de la extrema derecha israelí, así como defender los derechos y la dignidad del pueblo palestino, no es, por tanto, una cuestión secundaria, sino una prueba decisiva de si vivimos en un mundo en el que cada ser humano es respetado y cuenta con oportunidades para desarrollar plenamente su potencial.
Como demuestra la historia de Omar Yaghi, los palestinos son capaces de alcanzar enormes logros profesionales. Sus éxitos demuestran que el origen o la etnia no pueden ni deben definir el potencial de una persona. Además, juzgar o discriminar a alguien únicamente por su origen no solo es injusto y éticamente inaceptable, sino también, en última instancia, antihumanista e ilusorio.
La trayectoria de Omar Yaghi, desde hijo de refugiados palestinos hasta premio Nobel, también refleja algo profundo sobre el potencial y la importancia singular de la ciencia.






